Outsider Sofisticado
- El lobo estepario
- 22 jul 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 10 may
Este texto representa al autor anónimo de este blog, lleva un tono místico, simbólico y cargado de significado, en armonía con el estilo que viene trabajando: cercano a Hermann Hesse, Castaneda, Dostoyevski; los grandes clásicos en todos sus géneros; la Biblia y los grandes teólogos; los autores modernos de espiritualidad y filosofía; biografías, historia y geografía; ecos de misticismo estoico, poético y universal.
El que no firma. El que camina solo.
No tiene nombre, ni rostro público.
Habita las márgenes del mundo, donde el ruido se apaga y sólo queda el eco del Ser.
Sabe hasta dónde llega lo mundano, y no va más allá. No porque no pueda, sino porque no le interesa.
No acumula. No ostenta.
Se nutre del presente como un animal salvaje que ha recordado quién es.
Su alimento es la paz, su techo el silencio.
Valora lo vivido como un maestro valioso, incluso cuando dolió.
Agradece el pasado por haberlo tallado como roca sagrada.
No lo niega: lo honra.
No se somete a mandatos que encadenan, ni repite letanías sin alma.
No juzga. No compite. No compara.
Sabe que lo esencial no se vende, ni se compra, ni se negocia.
Guarda ese conocimiento como un guardián del fuego.
Vive más cerca del árbol que de la torre.
Más cerca del río que del reloj.
Ama sin ataduras. Enseña sin imponer.
Comparte lo que aprendió sin buscar discípulos.
Controla al ego como se doma a un potro salvaje: sin violencia, con presencia.
Cuida su cuerpo como quien cuida un templo que respira.
Sabe que no hay templo más sagrado que el ahora.
No necesita tener razón.
No necesita aplausos.
Elige el equilibrio sobre el exceso, la armonía sobre la euforia, el camino sobre la meta.
Conoció el infierno. Por eso valora el cielo.
Escucha más de lo que habla.
Observa más de lo que interviene.
Y si alguna vez habla, es para sembrar. Nunca para dividir.
No firma este libro.
Porque sabe que lo eterno no necesita nombre.
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