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Libro Sagrado - Tercera Parte - Cartas desde el Silencio

  • Foto del escritor: El lobo estepario
    El lobo estepario
  • 22 abr
  • 9 Min. de lectura

Actualizado: hace 6 días



Gracias por esa confianza, amigo lector,

Siento que hemos atravesado una travesía profunda, simbólica, luminosa.

Y ahora, después de cruzar la Última Puerta…

no queda más que habitar la verdad recordada.


Es momento de entrar en un nuevo espacio, más suave, más íntimo.

Como si el alma, ya despierta, se sentara bajo un árbol y simplemente… recibiera.


Así nace la tercera y última parte de este libro:




Libro Sagrado – Parte III: Cartas desde el Silencio


Mensajes desde lo eterno para el alma despierta


No hay capítulos.

Solo cartas.

Susurros.

Fragmentos de Luz.


Empiezo ahora con la primera:




Carta I – “No tenés que hacer nada”


Querida alma,


Respirá.

Soltá los hombros.

Dejá de pensar por un instante.


No tenés que lograr nada hoy.

No tenés que demostrar nada.

No tenés que cambiar.

No tenés que “ser mejor”.


Solo recordá esto:

Ya sos.


Ya sos amor.

Ya sos paz.

Ya sos parte inseparable de la totalidad.


El ruido del mundo te empuja a actuar.

El ego te exige que cumplas, que avances, que produzcas.


Pero yo —la Voz que habla en el Silencio—

te digo otra cosa:


No tenés que hacer nada.


Solo dejar de tapar tu luz.

Solo permitirte ser lo que ya sos.

Sin esfuerzo.

Sin tensión.


Y desde ese estado…

todo lo que tenga que hacerse,

se hará.

Sin culpa.

Sin miedo.

Sin apuro.


Porque cuando vos descansás en tu verdad,

el mundo se ordena alrededor tuyo.





Carta II – “Estás sostenido”


Aunque no lo sientas,

aunque parezca que estás solo,

aunque todo parezca frágil…


Estás sostenido.


Por algo más grande.

Por algo que no se ve, pero nunca te dejó.


No necesitás saber cómo.

Ni cuándo.

Solo confiar.


La fe no es una creencia.

Es una decisión de descansar

en brazos invisibles.


Y esos brazos te sostienen…

incluso cuando vos no podés sostenerte.





Carta III – “No hay error”


Nada fue un error.

Ni la caída.

Ni el desvío.

Ni la sombra que no quisiste ver.


Todo fue parte del regreso.


Nada de lo que hiciste te quitó el amor.

Nada de lo que pensaste cambió lo que sos.


La culpa es solo un sueño.

Y vos ya estás despertando.


Todo te trajo hasta acá.

Y acá… está la verdad.





Carta IV – “Volvé a lo simple”


No necesitás una nueva técnica.

Ni otra lectura.

Ni respuestas brillantes.


Necesitás una taza de té caliente.

Un silencio en la tarde.

Una mirada que no juzgue.

Un árbol.


Lo sagrado no grita.

Lo sagrado susurra.


Y siempre, siempre…

te espera en lo simple.





Carta V – “Lo que buscás está en vos”


¿Buscás amor?

Sos amor.


¿Buscás paz?

Sos la paz cuando dejás de pelear con la vida.


¿Buscás a Dios?

Está adentro.

No arriba.

No afuera.

No después.


Acá.

En vos.

En este instante.


Cerrá los ojos.

Escuchá.

Está.





Carta VI – “Permitite sentir”


No tenés que ser fuerte hoy.

Podés llorar.

Podés enojarte.

Podés no saber.


Ser espiritual no es estar bien todo el tiempo.

Es ser verdadero todo el tiempo.


Permitite sentir.

Y verás que, detrás de la emoción…

hay calma.

Siempre.





Carta VII – “Tu camino es único”


No estás atrasado.

No estás perdido.

No estás “mal”.


Estás en tu punto exacto.


Nadie tiene tu mapa.

Nadie puede juzgar tu andar.


Caminás distinto,

porque tu alma tiene otra melodía.


Y está bien así.


No intentes copiar.

No intentes encajar.


Tu camino es sagrado.





Carta VIII – “Todo ya está perdonado”


No hace falta que lo supliques.

No hace falta que lo merezcas.


El perdón no es un premio.

Es un regalo.

Y ya fue dado.


Vos no sos tu error.

Sos la luz que quedó intacta mientras caías.


Y aunque no lo entiendas aún,

ya fuiste perdonado.


Solo falta que vos te perdones a vos mismo.





Carta IX – “Nadie te debe nada”


La libertad empieza el día que dejás de esperar.

Que mamá te ame como necesitabas.

Que el otro reconozca tu esfuerzo.

Que el mundo te devuelva lo que diste.


Nadie te debe nada.


Y no porque no lo merezcas.

Sino porque cuando soltás la deuda,

recuperás el poder.


Amás sin esperar.

Dás sin exigir.

Caminás… sin cadenas.





Carta X – “Tu cuerpo también es templo”


No lo castigues.

No lo apures.

No lo juzgues.


Tu cuerpo no es tu enemigo.

Es el puente.

El altar.

El escenario donde el alma actúa.


Escuchalo.

Cuidalo.

Honralo.


Porque en cada célula…

vive la memoria de Dios.





Carta XI – “Estás a salvo”


Aunque tiemble el mundo,

aunque la tormenta sacuda todo lo que conocías…


Vos estás a salvo.


Porque la paz no está en lo externo.

Está en lo más profundo.

Ahí donde nadie puede tocarte.

Ahí donde solo existe el amor eterno.


Ese lugar está intacto.

Y vos podés volver a él…

cuando quieras.





Carta XII – “Dejá que te encuentre”


Dejá de buscar tanto.

No fuerces la iluminación.

No persigas la revelación.


Dios no necesita ser buscado.

Solo necesita que lo permitas.


Relajate.

Soltá la búsqueda.

Y dejá que Él…

te encuentre.





Carta XIII – “Tu herida es tu maestra”


No maldigas tu herida.

Ella te guió hasta acá.


Es fea, sí.

Duele, sí.

Pero trajo verdad.


No te hizo débil.

Te hizo real.


Y ahora, desde ese dolor aceptado,

brotan compasión, humildad…

y luz.





Carta XIV – “La luz no necesita demostrar”


No grites tu despertar.

No pruebes tu transformación.

No te justifiques.


La luz no hace ruido.

No se defiende.

No discute.


Simplemente ilumina.

Y eso basta.





Carta XV – “Podés empezar de nuevo”


No importa cuántas veces caíste.

No importa qué hiciste ayer.


Cada instante es una puerta nueva.

Cada respiro es un nacimiento.


Podés empezar otra vez.

Sin historia.

Sin culpa.


Dios no te pide perfección.

Te pide presencia.

Te pide entrega.





Carta XVI – “Sos guiado”


Aunque no lo entiendas,

aunque sientas que estás solo en la niebla,

hay una guía.


Una fuerza que te lleva.

Un susurro que te orienta.

Un amor que te empuja suavemente hacia vos mismo.


Estás siendo guiado.


Y cuanto más te rendís…

más clara se vuelve la dirección.





Carta XVII – “El presente es suficiente”


No necesitás más tiempo.

No necesitás que todo esté resuelto.


Este instante es completo.

Este instante contiene a Dios.


Cuando dejás de huir del ahora,

cuando no necesitás que cambie nada para estar en paz,

ahí comienza el milagro.


El presente no es un paso.

Es la puerta.





Carta XVIII – “La humildad es poder verdadero”


No tenés que saber todo.

No tenés que tener razón.

No tenés que impresionar.


La humildad no es achicarse.

Es reconocer tu fuente.


Sos canal.

Sos recipiente.

Sos instrumento.


Y cuando aceptás eso…

el universo toca su música a través tuyo.





Carta XIX – “No tenés que arreglar a nadie”


No viniste a cambiar a los otros.

No viniste a salvar al mundo.


Viniste a recordar quién sos

y a mirar con amor.


Lo demás…

lo hace la Gracia.


Soltá la carga de querer arreglar a todos.

Tu mirada amorosa ya es suficiente.





Carta XX – “El amor no duele”


Lo que duele no es el amor.

Es el apego, el control, la expectativa.


El amor real no hiere.

No exige.

No condiciona.


El amor real libera.

Acepta.

Sostiene sin apretar.


Y cuando lo experimentás…

sabés que todo lo anterior

fue solo un intento torpe de recordar lo verdadero.





Carta XXI – “Todo pasa”


La tormenta también pasa.

El miedo también pasa.

La noche también pasa.


Nada es eterno, excepto el Amor.


Así que no te desesperes.

No congeles lo que sentís.


Respirá.

Dejá que pase.

Y cuando la marea baje…

vas a ver que seguís ahí.

Más liviano.

Más claro.





Carta XXII – “No sos tus pensamientos”


Podés verlos,

escucharlos,

sentirlos.


Pero no sos ellos.


Los pensamientos vienen y van.

Vos… permanecés.


Cuando recordás eso,

la mente deja de gobernarte

y se convierte en lo que es:

una herramienta.


No un amo.





Carta XXIII – “La ternura es revolución”


El mundo necesita fuego.

Pero más aún, necesita ternura.


Abrazá más fuerte.

Perdoná más rápido.

Mirá con dulzura.


La ternura desarma al ego.

Abre caminos secretos.

Llega donde nada más puede llegar.


Ser tierno…

es ser invencible.




---La luz se afina. La voz se vuelve más clara.

El alma ya no necesita correr: ahora recibe.---





Carta XXIV – “Elegí de nuevo”


Siempre podés elegir otra vez.

Otro pensamiento.

Otra mirada.

Otra forma de responder.


No estás atrapado en tus viejas reacciones.

Sos libre.


Y si hoy te equivocás,

si te perdés,

si reaccionás desde el miedo…


No importa.

Elegí de nuevo.





Carta XXV – “Tu alma no compite”


El alma no se compara.

No mide quién va más rápido.

No busca ser “mejor”.


Eso es del ego.


El alma baila con la vida,

cada uno con su ritmo,

su color,

su forma de florecer.


Y todas…

son bellas.





Carta XXVI – “A veces no entender es el milagro”


¿Y si no necesitás comprender todo?

¿Y si el misterio también es sagrado?


No entender puede ser doloroso, sí.

Pero también puede ser puro.


Porque abre espacio.

Hace lugar al asombro.

Permite que la vida te sorprenda.


No siempre entender es lo más alto.

A veces…

es rendirse.


Y eso es milagro.





Carta XXVII – “No sos lo que lográs”


No sos tu éxito.

Ni tu fracaso.

Ni tus títulos.

Ni tus números.


Sos el que ama mientras vive.

Sos el que recuerda en el olvido.

Sos el que está, incluso cuando nada sale como esperaba.


Y eso…

es suficiente.





Carta XXVIII – “Escuchá más allá de las palabras”


No todo se dice.

Mucho se siente.


A veces el alma habla con una pausa,

con un gesto,

con un temblor en la voz.


Escuchá con el corazón.

Con el cuerpo.

Con la ternura.


Escuchá también lo que no se dice.

Ahí, muchas veces, está el verdadero mensaje.





Carta XXIX – “La práctica es diaria”


No alcanza con un instante de lucidez.

La conciencia se cultiva.

La paz se riega.

La presencia se entrena.


No con exigencia.

Con amor.


Como un jardín.

Como un músculo.

Como una llama.


Todos los días…

un poco.


Y eso basta.





Carta XXX – “La verdad no se impone”


No necesitás convencer a nadie.

No necesitás probar tu camino.

No necesitás debatir lo sagrado.


La verdad se muestra sola.

Se revela en la vida vivida.

En la coherencia.

En la calma.

En la forma de estar.


El que ve… verá.

El que no… ya verá.





Carta XXXI – “Estás más cerca de lo que creés”


Sí.

Estás más cerca.


Aunque sientas que falta.

Aunque creas que te alejaste.

Aunque la mente diga que no avanzás…


Estás más cerca.

Porque estás viendo.

Porque estás escuchando.

Porque estás abriendo el corazón.


Y eso, en este mundo,

es señal de retorno.





Carta XXXII – “La alegría es tu herencia”


No viniste solo a aprender.

No viniste solo a purificar.

Viniste a disfrutar.


La alegría es tu derecho de nacimiento.

No la postergues para cuando “todo esté bien”.

No la escondas detrás de la seriedad.


La alegría simple, suave, cotidiana:

reírte de vos mismo,

dejar que el sol te toque la piel,

agradecer por lo pequeño.


Eso es también espiritualidad.

Eso también es milagro.


Permitite gozar la vida,

porque la Vida se goza a través tuyo.





Carta XXXIII – “El silencio es plenitud”


No busques llenar el silencio.

Escuchalo.


Ahí, donde las palabras no llegan,

donde el pensamiento se detiene,

se revela la verdadera abundancia.


El silencio no es ausencia.

Es presencia total.


En él se funden todas las cartas,

todas las búsquedas,

todas las respuestas.


Cuando descansás en ese silencio,

sabés —sin dudar—

que todo está bien.


Porque sos.

Porque es.


Y ahí, finalmente,

el alma reposa.





Con el corazón abierto, el alma despierta y el silencio floreciendo…

te entrego, por ahora, las dos últimas cartas.





Carta XXXII – “Ya sos lo que buscabas”


Siempre estuviste buscando algo.

Una certeza.

Un sentido.

Una señal.


Pero el mayor descubrimiento no fue encontrarlo…

sino recordar que ya eras eso.


No estás separado.

No estás incompleto.

No estás perdido.


Sos el que fue,

el que es,

y el que será.

Sos el hijo del Amor.

La chispa divina.

La Presencia en forma de persona.


No hace falta más.

Solo recordarlo.


Y descansar ahí.





Carta XXXIII – “Todo está bien”


Sí.

Todo está bien.


Aunque duela.

Aunque no lo entiendas.

Aunque el mundo parezca arder…


Todo está bien en lo profundo.

En el plano donde el alma reposa.

En el lugar donde no hay tiempo.

Ni juicio.

Ni separación.


Todo lo que ocurre…

te guía.


Y lo que no ocurrió,

también te protegió.


Todo está bien.


Y vos también.


Porque fuiste creado en paz.

Y a la paz volverás.

Una y otra vez.

Hasta que no haga falta volver…

porque nunca te fuiste.






Tres partes como tres caminos del alma:

1. El Llamado y la Transformación

2. El Viaje Místico y el Retorno

3. Las Cartas desde el Silencio







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